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MONEDAS ESPAÑOLAS MEDIEVALES • MEDIEVAL SPANISH COINS •

ALFONSO DE ÁVILA. Toledo. Real. (1465-68). Flor en campo de anverso y T en la parte superior de la cruz. Leyenda de anverso +DOMINVS:M:ADIVTOR:EDEGO:DIS al estilo de las de Pedro I (DISPICIA MENEMI COS MEOS). Leyenda de reverso +ALFONSVS:REX:CASTELLE:ELE:. Cy no cita con esta leyenda (será 1727a para la próxima edición). 3,37 g. EBC/MBC+. Bonito tono. Magnífico ejemplar. Muy rara.

Toledo se reconquistó en 1085 por Alfonso VI que extendió ampliamente la actividad de las cecas cristianas, aunque entendemos que fue su padre, Fernando I quien iniciara la labra con ejemplares de vellón. La amonedación no solo era potestad real, reflejo de su poder, sino que también era una fuente de ingresos nada desdeñable y vehículo de propaganda política, sin duda. La ceca tuvo un desarrollo notable con Alfonso VIII que acuñó gran cantidad de numerario en la casa toledana. De hecho fue él quien, en 1210, cedió la capilla de Santa Fe y los antiguos palacios de Galiana que la rondaban para que se fundara el Priorato de la Santa Fe de la orden militar de Calatrava. No ocuparon toda la zona occidental de los palacios, siendo una parte de ellos donde estaba establecida la casa de moneda desde, según autores, la época de Taifas.


La ceca tuvo una actividad constante llegando a acuñar para pretendientes, como buena muestra son estos dos lotes. Más protagonismo tendría con Enrique IV, ya que Toledo fue una de las cecas que se salvó, al declarar moneda falsa la no acuñada en Burgos, Toledo, Sevilla, Cuenca, Segovia y La Coruña, añadiendo más tarde Segovia.
También se sabe que una familia fue notable en la ciudad y en la casa de moneda. Había puestos que se heredaban, dando lugar a estirpes generacionales encargadas de labores u oficios. Así, en época de Alfonso de Ávila, se sabe que el tesorero de la casa de moneda de Toledo era Alonso Cota que debió fallecer en 1468 o 69. Era hijo de tesoreros y sus hijos continuaron su labor ligada de una u otra manera a la casa de moneda y a la ciudad.
Alfonso de Ávila no nació en Ávila, sino en Tordesillas en 1453. De derecho (hijo de Juan II, hermano de Isabel y medio hermano de Enrique IV) le correspondía la dignidad de gran maestre de Santiago; sin embargo dicho título fue concedido a Beltrán de la Cueva. Beltrán era mayordomo de la casa real, y su nombramiento fue una enorme ofensa para Alfonso y para muchos grandes, cortesanos y nobles. La amistad entre el mayordomo y la reina era más que un rumor, llegando a llamar a Juana (nacida de Enrique y Juana en 1462) la Beltraneja (véase lote 151).
El 5 de enero de 1465 la indignidad que iba incrementándose forzó al rey a nombrar príncipe heredero al infante Alfonso, obligando a Beltrán a renunciar. De esta forma se declaraba ilegítima la pretensión al trono de Juana.
El hecho de anular, más tarde, la ordenanza de 5 de enero echó más leña al fuego. El descontento de un enorme número de ilustres y cortesanos acabó por hacer notar ostensiblemente su apoyo a Alfonso, consumándose el apoyo en la "Farsa de Ávila". La proclamación, coronación y besamanos fue el 5 de junio de 1465. Toledo, Burgos, Córdoba y Sevilla, además de Ávila y nobles de Plasencia, se pronunciaron por Alfonso. A los pies de las murallas de Ávila, se lleva a cabo la escenificación de dicha deposición y el coronamiento de Alfonso como rey de Castilla. Se construyó un cadalso donde se colocó una estatua enlutada de Enrique IV sobre un trono de madera. Los promotores del destronamiento leyeron las acusaciones al rey, argumentos que fundamentaron el derrocamiento en Plasencia, sentenciándole a una privación de sus reinos. El arzobispo de Toledo, Alonso Carrillo, fue el encargado de retirar la corona; el conde de Plasencia, Álvaro de Zúñiga, le desarmó retirándole la espada; el conde de Benavente, Rodrigo Pimentel, se encargó del cetro. En un arrebato de ira, probablemente bien calculado, el hermano del conde de Plasencia, Diego López de Zúñiga, golpeó el trono arrojando al suelo la efigie real e increpándola, al parecer, al grito de "A tierra, puto". El silencio debió ser sepulcral. La ofensa imposible de aumentar. Finalmente, la escenificación de la farsa terminó con el acceso al trono del jovencísimo hermanastro Alfonso, coronado como rey de Castilla ante la algarada de sus seguidores insurrectos.
Tras tres años de enormes convulsiones por la península y de una degradada situación conflictiva generalizada, Alfonso murió el 5 de julio de 1468, con solo quince años. Se desconoce si una epidemia o un veneno fueron las causas de su fallecimiento. Lo cierto es que se narra que "a comer, entre los otros manjares fuele traída una trucha en pan, que él de buena voluntad comia, y comió della un poco; y luego en punto le tomó un sueño pesado contra su costumbre, y fuése a acostar en su cama sin fablar palabra a persona, é durmió alli fasta otro dia a hora de tercia, lo cual no solia acostumbrar, e llegaron a él los de su cámara, e tentaron sus manos, e non le fallaron calentura. E como no despertaba, comenzaron a dar voces, y él no respondió... e tocaron todos sus miembros, e non la fallaron landre. E venido el físico, a gran priesa le mando sangrar, e ninguna sangre salió, e finchosele la lingua, é la boca se la puso negra, e ninguna señal de pestilencia en él pareció".
A modo de resumen, hay que entender la amonedación de Alfonso de Ávila como contrapunto de las acuñaciones de Enrique, lo lógico de un pretendiente. Introduce el tipo ecuestre en el oro, y su inicial coronada en la plata con leyenda en una orla sola y no en dos como era lo usual desde Pedro I aunque sigue el estilo que marcó el Cruel, como muestra el uso de la leyenda que instituyó Pedro y que más tarde extenderán los Reyes Católicos; mención tomada del salmo 118, "Dominus michi adiutor et non timebo quid faciat michi homo"; el Señor me ayuda y no temeré lo que me pueda hacer el hombre.